lundi 20 décembre 2010

Tiempos

Carbono. Entre el abandonado sofá cubierto de nieve y aquellos que un día se sentaron apenas hay diferencia. Somos átomos.

En este sofá hubo risas, discusiones, amarguras, iras, satisfacciones, placeres y días. En él observaron ojos espantados como los aviones se estrellaban contra las torres gemelas, en él el sueño venció a la fiebre invernal, en él cayeron manchas de vida, café derramado, cerveza insolente, lágrimas, sudor. En él pudo ser hermosa Pamela Anderson o no. Pudo ser deseable Paul Newman o no. En él pudo haber sentimientos de odio enquistados o de un amor idiota. O incluso pudo haber los dos. En él no hubo olvido, pero cada tarde, después de la cena era invadido por la amnesia frente al televisor, su compañero inseparable de imágenes evasivas en las que olvidarse de su propia existencia.

Quizás en su angosta forma de respaldo recto se pensó un tratado filosófico que dentro de 50 años, muerto ya el autor, sea una revolución. Y pudo haberse diseñado una revolución, o una conspiración secreta mientras se devoraban cucuruchos de patatas fritas. Quizás aposentaban en él sus posaderas los masones ataviadados con sus galas y accesorios escondidos secretamente en casuchas, o una cabizbaja mujer de la limpieza soñaba con lujos después de haber pasado doce horas limpiando casas ajenas más afortunadas.

En su color ralo y humilde se sentaron sueños inalcanzables de spidermanes y princesas. Hubo batallas en su gastada piel de mansa servidumbre, atravesada por cicatrices. Alguien amó este sofá pese a su poca agraciada figura de baja calidad, alguien lo aborreció hasta la naúsea por estética. Alguien decidió que sus días estaban acabados, que sólo le quedaba morir, y lo eutanasió de noche, llevándolo a la interperie con nocturnidad y alevosía, en esas horas en las que los vigilantes vecinos están durmiendo, atravesando la avenida de manera cómplice entre dos, o quizás incluso entre tres, con la alegre excitación que da el saber que estás haciendo algo prohibido.

Y da la impresión de que la nieve es un cojín y puedes sentarte en él como si fuera un envolvente edredón de plumas mientras el sofá te cuenta todas las historias posibles e imposibles, verdaderas y falsas que hundieron, rozaron o acariciaron su sufrido caparazón sabio.

Ahora llegaron sus tiempos de pájaros y flores. En primavera la nieve dará paso a un vegetación exhuberante y delicada que invadirá sus costuras de musgos y habitará sus cansadas maderas de frágiles animalillos de corta y animada vida. Los pájaros le contarán los secretos de su rituales de cortejo, las flores lo perfumarán indolentemente.

Son tiempos, otros tiempos.